No somos budistas.
Somos una familia católica.
Pero ahí estábamos: los cinco, sorprendidos, en silencio…
Frente a un Buda gigante en Tailandia, uno de nuestros lugares favoritos.
Y aunque nuestras creencias son distintas, algo en ese templo me estremeció.
Una frase de Buda apareció en la entrada y me tocó el alma como padre:
“El problema es que crees que tienes tiempo.”
Silencio.
Impacto.
Verdad pura.
Porque eso es exactamente lo que nos pasa a los padres en piloto automático.
Creemos que hay tiempo.
Tiempo para después tener una vida con menos caos.
Tiempo para más conexión con los hijos.
Tiempo para renunciar al trabajo que nos drena.
Tiempo para ser la familia que soñamos.
Pero el tiempo… no se acumula.
No se guarda.
No se repite.
Y ese fue uno de los grandes regalos de salir del piloto automático: darnos cuenta de que la felicidad familiar no es una meta para “más adelante”, sino una práctica diaria que empieza con una decisión.
No fue un cambio de país lo que transformó nuestra vida.
Fue un cambio de conciencia.
Nos dimos cuenta de que el verdadero templo no estaba en Tailandia:
estaba en casa.
Y que la verdadera espiritualidad no se vive una hora el domingo, sino en cada mirada, en cada comida, en cada historia que les contamos a nuestros hijos.
Despertar como padres no es volverse perfecto.
Es dejar de vivir en automático.
Es elegir conscientemente quiénes queremos ser para nuestra familia.
Qué historia queremos construir.
Qué valores queremos encarnar.
Hoy te invito a hacer una pausa.
A mirar a tu alrededor como si fuera un templo.
A tus hijos como si fueran sagrados.
Y tu vida… como si no tuvieras tiempo que perder.
Si algo dentro de ti te pide más, si quieres empezar a vivir con intención, sin tanta culpa ni confusión…
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No hay templo más importante que el que construimos en casa.